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PROLOGO PEREGRINO DE DIOS Los dos discípulos caminan hacia la aldea de Emaús. Se les ve pesarosos y llevan todavía sobre sus ojos el es– cozor de las lágrimas. ¡Cuánto han llorado y sufrido en esa semana de pasión por la condena injusta de Cristo! Van pe– sarosos, pero animados, conversando sobre el tema más apasionante de su vida. Los sentimientos vagan y se disper– san en un complejo haz de turbaciones, dudas, penas, te– mores y esperanzas ... Comentaban y discutían con vehemencia. De pronto, Jesús se les acercó y caminaba con ellos. Pero sus ojos estaban como imposibilitados para recono– cerlo. -¿De qué veníais hablando por el camino? Ellos se detuvieron con el semblante triste. Fue Cleofás quien tomó la palabra para replicar: -¿Vas a ser tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo sucedido allí estos días? Jesús se hace el desentendido y pregunta con aparente curiosidad: -¿Qué? Y escucha el relato apasionado de su propia vida en la hora cumbre del viacrucis... Un hombre bueno,· el mejor de los nacidos, Jesús el Nazareno, poderoso en obras y pala– bras ante Dios y ante el pueblo. Los sacerdotes y jefes del sanedrín -fantasmones de alma negra- lo condenaron en un proceso injusto y lo entregaron a la crucifixión... · (Una oleada de emoción hacía su voz más dulce y más humana.) -Nosotros esperábamos que El fuera el libertador de Is– rael. -Verdad es que algunas mujeres de nuestro grupo nos 11
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