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VIDA EUCARISTICA DEL SACERDOTE El sacerdote es el hombre de la Eucaristía. Es decir, un convencido, un enamorado, un divino apa– sionado de la Eucaristía. Y como el amor es comunicativo, tiende psicológicamente a expresarse en las formas más variadas de la devoción y del culto. El recuerdo de Cristo, la conmemoración de la cena, el sagrario impregnan todo el ser y el comportamiento sacerdo– tal. La Eucaristía es como el sol del compromiso evangélico en torno al cual gira estremecida la entera existencia sacerdotal. El sacerdote se emociona pensando en la presencia real, ver– dadera y sustancial de Cristo en la Eucaristía, no sólo durante la misa, sino en todo tiempo. Y oye en su interior una lla– mada misteriosa, pero real, concreta, insistente: «El Maestro está aquí y te llama». Y el sacerdote que se siente llamar por su nombre acude prontamente a presentarse ante su Señor, sin apremios de tiempo, sin escatimar el tiempo, porque tiene la experiencia personal de que el tiempo mejor empleado es el que se pasa en compañía del Maestro divino. Es el Dios cercano que «me amó y se entregó a la muerte por mí», que quiso ocul– tar su trascendencia bajo las humildes especies del pan y del vino para quedarse conmigo y enseñarme, con su ejemplo vivo, con hechos salvadores, la humildad, la entrega hasta el derramamiento de su sangre, la inmolación, la adoración en espíritu y en verdad. Vino a enseñarme a confiar en su infi– nito amor y a imitar el heroísmo -hasta la muerte-- de su misericordioso amor. Vino a transformar mi ser humano con un amor semejante al suyo, descubriéndome su maravillosa misericordia. Lo dice bellamente Juan Pablo II: «El culto eucarístico no es tanto culto de la trascen– dencia inaccesible cuanto de la divina condescendencia, y es, a su vez, transformación misericordiosa y redentora del mundo en el corazón del hombre» 16 • El Maestro está aquí y pregunta por ti. 1 " !bid .• p.30. 109

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