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sobre todo en nuestro tiempo, en el que observamos una tendencia a borrar la distinción entre sacrum y profanum, dada la difundida tendencia general (al menos en algunos lugares) a la desacralización de todo» 7 • LA EUCARISTIA: MESA Y BANQUETE El corpus de Cristo es verdadera comida que alimenta, robustece y renueva el alma. La sangre de Cristo es verda– dera bebida, como un manantial de agua viva que brota hasta la vida eterna. La comunión sacia el hambre de Dios, sacia la sed de Dios. La Eucaristía es la raíz y la cumbre de toda renovación auténtica. Tomad y comed. Tomad y bebed. «En la comunión eucarística recibimos, pues, a Cristo, a Cristo mismo; y nuestra unión con El, que es don y gracia para cada uno, hace que nos asociemos en El a la unidad de su cuerpo, que es la Iglesia» 8 • La Eucaristía debe ser «tema frecuente de nuestras re– flexiones y de nuestra enseñanza». De este modo, el sacer– dote va madurando su personalidad y afianzando su identi– dad, al mismo tiempo que su acción pastoral adquiere un renovado vigor y una eficacia siempre en ascenso. La ense– ñanza sobre la Eucaristía ha de ser de una fidelidad insobor– nable al Evangelio y a la voz autorizada del magisterio ecle– siástico. La praxis es un terreno apto para la «creatividad» dentro de un sano pluralismo, pero tiene unos límites y unos condicionamientos: l. Como punto de partida, una afirmación rotunda: el sacerdote celebrante no puede considerarse como propieta– rio que «libremendispone del texto litúrgico y del sagrado rito como de un bien propio, de manera que pueda darle un estilo personal y arbitrario» 9 • La singularidad y el efectismo no casan con el respeto a las normas establecidas y pueden llevar al límite vedado de 7 Ihid., p.32. 8 Ihid., p.26. 9 Ibid.. p.42. 106
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