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cía en el hombre técnico de la postmodernidad que todo lo somete a análisis de laboratorio; el rechazo de Dios que per– mite la injusticia, el sufrimiento de los inocentes, el triunfo de los malvados. La fe de María echa por tierra los cuentos de hadas con que se ha mal tratado su figura. El cronista San Lucas hace hincapié reiteradas veces y en diversas circunstancias y oca– siones que María " no entendía" , "no comprendía por enton– ces". Y es que la fe rebasa Ia capacidad de las fuerzas huma– nas, por eso es inevidente y oscura. Pero, a pesar de la invi– dencia de ciegos, a pesar de la oscuridad, la fe es certeza por– que no se fía de las ev idencias ni seguridades de los sen tidos ni de las facultades cognoscitivas, sino de la palabra, del tes– ti monio de Dios. La Virgen sabe por experiencia que Dios lleva siempre la razón. En las zonas de oscuridad y de miste– rio que van a jalonar su vida da siempre su voto de confianza plena a Dios, que no se engaña porque lo sabe todo y no quie– re engañarnos porque es veraz. Es la Verdad. La certeza de la fe da áni mos y fuerza para combatir con bravura y esperanza pero no suprime la lucha existencial por la vida, la amargura de las pruebas real es y presentidas, la vergüenza de las caídas y recaídas, la crueldad de las pasio– nes instinti vas, las tentaciones de pasividad y agresividad, las horas de angustia y temor... San Juan anota con agudeza sicológ ica que los judíos -los suyos- no recibieron a Jesús "porque sus obras eran malas". No se trata de un rechazo " racional" por falta de pruebas con– vincentes o por la fragil idad de los argumen tos , lo cual sería lógico. El rechazo se debe a la dureza de conciencia y a la per– versidad del corazón. Recibir a Cristo exigiría un cambio radical de vida: de las tinieblas a la luz, de la hipocresía a la autenticidad, de las apari encias a la sinceridad del corazón, del representar al ser, del resen timiento al amor. Antes de perder la fe, perdieron la vergüenza. El Evangelio -con su larga y sabia experiencia de humani– dad- nos cuenta la hi stori a del hij o pródigo, que abandona la casa paterna y se marcha lejos. No se va para vivir como un 103

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