BCCCAP00000000000000000000338

Está bien rezar las fórmula s que mamamos desde niños en un hogar cristiano. Pero el papel de la fe no puede limitarse a unas oraciones de la mañana y de la noche. Lo decisivo es la actitud de fe, las prácticas de cul tivo de la fe que la hacen dinámica y ardiente. Lo que importa es que Dios sea el valor abso luto de nuestra vida, que Dios cuente por exigencias de l corazón en todos nuestros planes, que Dios sea todas mis cosas: mis proyectos, mi s anhelos, mi punto de partida y la meta de mi s aspiraciones. Que Dios esté por dentro en mi iti– nerario existencial conformando e informando hasta los míni– mos detall es de mi vi da. Esta fe apas ionada y llena de ternu– ra es vida en e l sentido bíblico: "el justo vive por la fe". La fe ardiente lleva a una vida ej empl ar. Las creenc ias dan como fruto la santidad. El hombre de fe ti ene que actuar siem– pre como hombre de Dios. La fe que profesa el cristi ano es una fe "que o bra por el amor". Es decir, que si no hay una flo– ración primaveral de virtudes humanas y cristianas, si las ramas no se rompen por el peso de los frutos .. . es que el árbol de la fe está viciado o enfermo... Isabel -experta en las cosas de Dios, empapada por las luces de Dios- pone de re li eve el pape l de la fe en el proceso de la vocac ión de Jv1aría a la maternidad di vina: "Feliz tú, la creyente. Dichosa tú porque has creído en el cumplimiento de las promesas de Dios. Bienave ntu rada tú po r la fe". La fe es ponerse en manos de Dios, fia rse de Dios, recibir a Dios con una certeza plena de que Dios nunca falta a sus promesas. La "fe cierta" que pedía San Francisco en espacios fu ertes de oración, es así de ardien te y luminosa. Es ver el mundo, los acontecimientos, Ios signos de los tiempos, la hi s– toria un iversal y la propi a histori a personal con los ojos de Dios. Y ll egar a una convicción plena de que en la perspecti– va de Dios nuestra vida tiene sentido, nuestra existencia se realiza en plenitud de verdad y de libertad. La fe es nuestra victoria contra el mundo, pero antes hay que ganar el combate de la fe que es una lucha a brazo parti– do contra enemigos poderosos que forman una quinta co lum– na intramuros de nuestra propia persona: la radical ineviden- 102

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz