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fruto de tu vientre" . Ved cómo la obra prima con que honra– mos y veneramos a María tiene como autor al mismo Dios y como mensajeros al ángel de la Anunciación y a la mujer que, en su vejez, engendra y da a luz al Precursor. Y esta es la conversación apasionante: el misterio de la maternidad, la fuerza de Dios que engendra vida, el poder ele Dios que hace fecundo el seno viejo y marchito , la bondad y la misericordia del Señor que dispensa un trato de favor a los sencillos y humildes. Hablan de su experiencia de matern idad y se transfiguran con ese encanto incluso físico que rebosa del corazón y se asoma en el gesto y, sobre todo, en la mirada. Isabel extrema sus cortesías y canta las glorias de su prima María: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí'?" La fe no es una asignatura que se aprende como la filoso– fía o las matemáticas. Lamentablemente, la falta de forma– ción religiosa es la tón ica más llamativa en nuestra soc iedad desacralizada, en franca inferioridad con lo que llamamos cultura general. Incluso en ambien tes de notab le altura cultu– ral, la religión es la gran desconocida, una de las "marías" des presti giadas en sociedad. La fe -decimos- no es una as ignatura que se aprende. Pero los cristianos de a pie debemos te ner una formación religiosa suficiente para viv ir apasionadamente nuestra fe y para dar razón ele nues tra esperanza, para ser testigos de la esperanza en un mundo obscenamente materialista y pagano. Es cues– tión de honor estar a tono con las exigencias de la fe, que no es exclusivamente la profesión teórica de verdades, sino una experiencia vi tal que transforma la vida hasta en sus mínimos detalles expres ivos. Dime cómo vives y te diré cómo crees. Una vi da lánguida y tibia, una vida mediocre y vulgar, en que las inquietudes religiosas están en vía muerta denuncia una fe sin raíces, sin ex igencias, sin compromisos. La frialdad religiosa, la visión hedonista de la vida, la religión desencarnada y divorciada de la vida, indica una mentali dad de fe contrahecha y aberrante. El cristiano vive de su fe, es un comprometido con su fe. 101
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