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No podemos llegar a una evidencia del misterio sobrena– tural. La evidencia destruiría e l misterio. Las razones de esta imposibilidad radican en el objeto mismo, en el ser del miste– rio, y en la desproporc ión entre el se r y la incapacidad ele las fuerzas naturales para comprenderlo. En efecto, el entendi– miento humano ejerce sus funciones de presa y captura de la verdad, de la belleza, de l bien en el plano natural. Y aún den– tro de este orden es limitado, imperfecto, temporal. La eluda es el fruto de las nativas limitaciones de los sen– tidos y de las potencias del alma. Con mi s sentidos apreso lo sensible: lo que se ve, lo que se palpa, lo que se oye en una perspectiva concreta. Veo las copas de los árboles del jardín, pero no veo sus troncos porque me lo impiden las al tas mura– ll as. El árbol entero está ahí, pero no lo veo porque mi mira– da tropieza contra el muro. La mente humana no puede com– prender el mi sterio porque no está en su plano ele visión, per– tenece a otro orden de realidades que superan in trínsecamen– te su capacidad de comprensión . No es que no llegue mi vista a las zonas obscuras del bosque. Es que se trata de un bosque invisible para la retina de la razón. La duda, de tejas abajo , diríamos que es un fenómeno nor– mal. Lo que sucede es que la morfología de la duda nos pre– senta sus mil caras de diferente calado psicológico y moral. Hay dudas de primitivismo intelectual que comparten curio– samente e l vaquero de mi pueblo, con cierto gracejo, y el escéptico profesiona l, con notable inmadurez, y el agnóstico de escaparate, con aires de bobali cón presun tuoso. Hay mentes enfermas que sufren el deslumbramiento cuando se cruzan con las luces largas de lo ete rno. Y ciegos ele nacimiento, engendrados en la tenebrosa noche de ideolo– gías frági les y contrahechas, hostiles a la luz y al color ele lo sobrenatural. Y mental idades sucias y sin vigor que rehúyen y niegan la trascendencia por cobardía y por ceguera. En estas zonas oscuras del suburbio humano, las dudas se presentan en estado puro de agresividad y barbarie. Los limpios ele corazón adm iten gozosamente la realidad de l misterio con una actitud de sorpresa, admiración y respe- 95

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