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"En cuanto le vio venir, sin darle tiempo a que saludase, ni dijese palabra alguna, hirió la tierra con su báculo, exclaman– do: - Hermano predicador: ¡virgen antes del parto 1 Y en el sitio donde había dado con su báculo brotó súbi– tamente un lirio hermosísimo. Dio luego otro golpe, diciendo: Hermano predicador: ¡virgen en el parto' Y de la misma manera brotó otro lirio blanquísimo. Y por tercera vez hirió el suelo con su báculo dic iendo: - Hermano predicador: ¡virgen después del parto 1 Inmediatamente brotó un tercer lirio blanquísimo y muy hermoso... El hermano predicador se vio repentinamente libre de sus dudas y tentaciones". Confieso humildemente que no tengo en mis manos los lirios del milagro para disipar dudas y vencer tentaciones. Lo que sí tengo es una larga experiencia de consultorio y unos argumentos que han llevado frecuentemente la serenidad y la paz a conciencias atormentadas por los fantasmas de la turba– ción y ele las dudas. En rigor, se trata de un planteamiento transparente ele la cuestión de fondo en la vista panorámica del problema y en los detalles periféricos en su pluralidad de enfoques y ele matices. La duda en sí misma no es pecaminosa. Es un fenómeno de alta frecuencia en la historia de la humanidad en todas las ramas de la ciencia y del saber, que la técnica moderna no ha hecho más que agrandar hasta horizontes insospechados. Los sabios de todo rango -filósofos, pensadores, investigadores ...- se dedican laboriosamente a su trabajo y los firman con un signo de interrogación. Es ele sabios preguntarse y dudar y lo hacen expresamente con frases ya consagradas: "a ver si .. ." , "si no hay una opinión mejor". La duda es una reacción "natural" ante el misterio, ante lo desconocido, ante lo in-evidente no sólo en el orden espiri– tual, sino en el plano del pensamiento filosófico y ele Ia inves– tigación científica. Hay misterios en la naturaleza y de un modo especial en el hombre que escapan a la retina ele las ciencias exactas como enjambre de abejas en libertad. Q4