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de un protagoni smo del favorecido. Es una ex igencia de viv ir a tono con la dignidad y la ejemplaridad de quien lleva la "marca" de Dios grabada a fuego . Lo que se nos ha dado gra– tui tamente no puede ser e l pretexto para la presunción o la gloria vana. Las expres iones: "adopci ón'', " hijo adoptivo" se prestan a la confusión por su ambigüedad cuando las transplantamos de l código civil y del ambiente cultural al mundo misterioso ele la gracia. La diferencia entre la adopción humana y la divi– na no es cuestión de circunstancias o detall es superfi ciales, sino que afecta a los mismos conten idos esenciales. E n rigor, la adopción en la sociedad se queda a extramuros ele la per– scrna y no afecta para nada la inti midad del ser. Es un título convencional del tipo juríd ico: el adoptado "no" es hijo, no lleva la sangre ni los genes del hombre y de la mujer que se llaman sus padres. La gracia nos hace "hijos" en el sentido más real y pro– fundo de la palabra. Dios nos comuni ca su propia vida y nos hace de sangre azul del espíri tu . La savia que corre por las venas de la vid, que es Cristo , es la misma que convierte en flor y en frutal los sarmientos, que somos sus seguidores. En la masa ele la sangre llevamos el código genético de la gracia que es una "participación" real de la naturaleza divina. No es una metáfora o una filosofía del "como si": Dios me quiere como si fuera un hijo de verdad, es que "soy" de verdad su hijo. Nos lo recuerda en su primera Carta San .Juan, impresio– nado y conmovido: "Mirad qué muestra de amor nos ha dado el Padre, que nos ll amemos hijos ele Dios; y ele hecho lo somos." . La gracia es vicia y comunión de vicia ele Dios en mí. Es vida dinámica que marca el temo de mis relaciones personales con Dios, en un ritmo progresivo de conocimiento y ele expe– riencia amorosa que llena el alma y rebosa por los sentidos corporales. Dios llega a convertirse en una presencia viva y fasci nante y su ausencia apena el corazón hasta el llanto. El buen Dios, el Padre Dios cumple sus funcio nes paterno- 87