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- La gracia es gratis, se nos da de balde, es un don gratui– to. Es un don que rebasa las fuerzas de la naturaleza y que pertenece por su misma esencia a un orden distinto. La natu– raleza es "humaniforme" y sus exigencias quedan limitadas al plano de las realidades naturales, que son su campo específi– co y su horizonte propio. La naturaleza más perfecta está radi– calmente incapacitada cuando se trata de una inmersión en el universo misterioso de la gracia. El hombre más bueno no puede merecer la gracia, ni obtener la gracia, ni siquiera dis– ponerse con sus solas fuerzas a la conquista de la gracia. Hablarnos, corno es lógico, de una disposición positiva que conllevara consigo una exigencia de la gracia. La gracia es un don divino, un ser divino que hace al hombre "deiforme", que lo convierte en criatura nueva a ima– gen y semejanza de Dios, que lo configura a imagen y seme– janza de Cristo, que lo injerta en el divino árbol de Dios y en frutal de Dios. La gracia es un sello, una marca, una herida luminosa que nos vincula a la persona de Jesús, a su vocación y a su destino. Eleva la naturaleza al orden divino y el hom– bre divinizado lleva la marca de fabricación del Redentor. - La gracia nos hace "hijos de Dios" . No es una hipérbole o una simple metáfora poética: es la realidad ontológica de la vida nueva, instalada en la familia de Dios. Es la experiencia nueva de una psicología de liberación, de optimismo existen– cial, de alegría contagiosa, de gozo y de asombro. San Pablo nos anima y nos invita a saborear esta vivencia de esperanza: "No habéis recibido un espíritu de esclavitud para vivir toda– vía en el temor, sino que habéis recibido el espíritu de adop– ción filial que nos hace clamar: abba!, Padre". Se dilata el corazón en espacios de amorosa relación personal, de fasci– nante intimidad y de inmensa ternura. Y nace en lo hondo del alma una renovada exigencia de señorío espiritual, de trans– parencia de pensamiento, de pulcritud de sentimientos, de sentido del honor, de jubiloso cantar de gratitud. Nobleza obliga. La gracia -el don de Dios- no es para el engreimiento, ni para el medro personal, ni para la vanagloria 86
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