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sobre las fuerzas del mal e n todas sus formas. María no só lo ha aplastado con su pie la cabeza de la serpiente al ser conce– bida sin pecado original sino que ha roto las hostilidades con– tra todo pecado personal y contra la misma pecaminosidad. "Toda hermosa y sin lunar". Ni una mancha, ni un lunar de pecado, ni una sombra de motitas de po lvo en su limpio historial de madre y vi rgen. La sintonía de pensamiento, palabra y acc ión con Dios es tan perfecta que no queda lugar ni espacio para el fallo moral, ni siquiera en esas situaciones en que los mejores ceden a las ex igencias de su frág il condición nativa. Por la lógica de la maternidad, María vive en permanente "estado de excepción": tiene la naturaleza humana, pero no la culpa original ni las consecuencias pecaminosas del pecado ele origen, como son la inclinación al mal , las tendencias desordenadas del instinto, las mordeduras de la concupiscen– cia. La ley de la gravedad de criatura escogida le atrae irre– sistiblemente a Dios, centro amoroso ele su existencia. La dinámica ele la maternidad divina ha dis ipado con sus rayos de luz los nubarrones y las neblinas que podían ensom– brecer la figura de María. En el mundo católico, la inmunidad ele todo pecado en la Purísima es incuestionab le, es amorosa proc lamación popular. María ha pisoteado el pecado en su misma raíz y personalmente es un paraíso con el árbol del bien corno fru tal espléndido. María es la mujer primavera, florecida ele gracia, de virtudes y de santidad. Los pecados -veniales, por supuesto- y los defectos que se le han atribuido con una lectura apresurada y carente de sen– tido crítico de los textos bíblicos, no tienen una estructura moral. El fallo no está en la imagen, sino en los ojos que con gafas ahumadas proyectan sobre ell a sus propias sombras. Con los ojos limpios de escarnas de prejuicios ideológicos, los textos aludidos no hacen más que confirmarnos en las cer– tezas profesadas sobre la plenitud ele gracia ele María. Vamos a su análisis crítico: Negli gencia en la pérdida de Jesús en su visi ta al templo. Es un pasaje esc larecedor sobre la psicología maternal ele 81
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