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y que sólo una fe inmensa como la suya puede aguantar. Y María es la bendita entre todas las mujeres porque ha creído siempre en las razones de Dios, porque ha visto su vida a la luz de Dios, con los ojos de Dios. Es un "sí" apasionado a Dios con quien María sintoniza mental y cordialmente a pesar ele todas las ev idencias huma– nas, a pesar de los fracasos, a pesar ele las pruebas. María no sólo es la Madre del Redentor. Es, al mismo tiempo. la "Madre de la Redenc ión", lo que echa sobre sus hombros la tarea añadida de salvar a los hombres. de corredimir a los pecadores, codo a codo con su Hijo. Una misión que le quita el sueño y va madurando -y estropeando su cara con las hue– llas claras del dolor. El "sí" ha convertido a la hermosa ado– lescente en La Dolorosa, en La Virgen del Camino con e l Hijo muerto en los brazos... El tema de La Anunciación ha sido maltratado y desfigu– rado cuando se le ha convertido en un "cuento de hadas" o en un idilio primaveral. Las rosas del Angelus no nos dejan ver las espinas punzantes, las carnes desgarradas, la bravura femenina de quemar las naves, la inmensa capacidad de renuncia, de entrega y de inmolación. La estrella del Niño Dios -la estrella de María- no se posa en pórticos renacentis– tas ni en portalones de mármol ni en moradas confortables, sino sobre una gruta destartalada, entre animales de labranza. María nos enseña la sabiduría y el arte de "saber estar" con un sentido exacto de las proporciones. La exaltación y la glo– ria no le llevan al engreimiento, ni a una sicología de agresi– vidad, ni al vértigo de las alturas. Sabe que los dones ele Dios no son para el narc is ismo ególatra sino para una exigencia mayor, para una maduración de la personalidad. Por eso, se identifica ante el ángel como la "esclava del Señor". Su gran– deza -reconocida y expresamente agradecida- es un don de Dios : "porque ha mirado la bajeza de su esclava..." MARÍA es "espejo terso" en que nos debernos mirar. En concreto, es espejo para nuestro proyecto personal de vida. El 78

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