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de terror, ni del amarilli smo de la prensa sensacionali sta. Es un hecho de experiencia histórica. ele profundo cala– do psicológico que re lata San Mateo e n su Evangelio (15, 19). - la libertad es un bell o sueño de la humanidad que acaba con excesiva frecuencia en angustiosas pesadi ll as ele impotencia, ele miedo, ele cobardía, ele fru stración, de decepciones, ele desesperanza. La libertad vi ve en con ti – nuo sobresalto, amenazada por el ambi ente hostil , por los grupos de presión, por las ideologfas totali tarias. La libertad no es más que una declaración de buenas inten– ciones q ue se queda en papel mojado, corno denuncia Unamu no en versos densos ele antol ogía; en "Libérate, Señor" "¡No grita libertad mcís que el esclavo, el pobre esclavo; el libre cw11a amor; te canta a ti, Seiior! " La libertad no se consigue "por decreto", sino "por amor" . Mientras los pecados capitales trabajen por libre, la calle, la ciudad mundanal serán el pacífico gallinero a merced de los caprichos del zorro... La canción nostálgica de peregrinos se abre a horizontes de esperanza por la promesa del Redentor y por la presencia de María, Madre de la Redención: la estirpe de María, el lina– je de la muj er pisoteará la cabeza de la serp iente, "donde abundó e l pecado, sobreabundará la gracia". Dios es más poderoso que el mal y el maligno. El cristi ano cesa en sus lágrimas y canta con el corazón esponjado a los acordes de la liturgia: "¡Oh feliz culpa, que nos mereció un tal Reden– tor... !". LA HERENCIA MALDITA La primera reacción es de sorpresa y de protesta: ¿Qué tengo yo que ver con un pecado cometido en los albores de la hi storia humana? ¿Cómo puede considerarse a un niño ino– cente como culpable, cuando no es capaz de un acto específi– camente humano y, mucho menos , re ligioso? ¿Es que consi - 68

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