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la envoltura en la luz de la gracia redentora. María es un pozo profundo donde se remansa y serena el chorro de sangre que salta en surtidores de redención del Costado, del Corazón abierto del Hijo bienarnado. Escoto reflexiona sobre el terna con su agudeza prover- bial: "La excelencia de Cristo en cuanto redentor, reconcilia– dor y mediador, es la razón por la cual María no contra– jo el pecado original. El med iador absolutamente perfec– to ha de tener, al menos respecto a una de las personas sobre las que actúa. un acto mediador absolutamente per– fecto. Esta persona sólo podía ser María. Y este acto mediador perfecto sólo podía consistir en preservarla del pecado original." La figura de La Inmaculada es un divino exceso del infi– nito Amor. Su belleza total, una divina desmesura de la naturaleza y de la gracia. Los cuadros de La Inmaculada de los pintores geniales: Ribera, Murillo, Zurbarán ... , son algo así como una copia de aprendices, una imagen desdibujada del "original" de Dios. Por los ventanales de la nostalgia -luminosa herida de vehe– mencia y apasionamiento- penetran las voces blancas de la infancia en el gregoriano sugeridor de la vida nueva, hecha plegaria: "Tota pulchra es, María, et mácula originalis non est in te ..." Escoto es el "abanderado" de La Inmaculada, el abandera– do indiscutible y vanguardista del misterio. Es un dato histó– rico que recuerda y pone de relieve la investigadora Hilda Graef en su obra "María", que lleva por subtítulo "La mario– logía y el culto mariano a través de la historia": " ... amigos y enemigos lo miraron corno campeón con– vencido de la doctrina." Para Scillebeebckx, Escoto "fue capaz de formular teológicamente la creciente fe en el estado inmaculado de María" y descubrir el pleno sentido real de la ausencia de pecado original y la redención de María "de un modo más sublime", "por exención". Una historia de La 62

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