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"ya en el exordio de la historia se levantó contra Dios (cf. conc. Vat. II, const. Gaudium et spes, núms. 13 y 22), per– diendo como consecuencia, para sí y para toda su descenden– cia, la santidad y justicia en la cual había sido constituido, y transmitiendo a todos los descendientes un verdadero estado de pecado por medio de la propagación de la naturaleza humana. Hay que evitar también esas expresiones que pueden dar a entender que el pecado original, en tanto es contraído por cada nuevo miembro de la familia humana, en cuanto es sometido internamente desde su nacimiento al influjo de la comunidad de los hombres, donde reina el pecado , y así se encuentra ya situado, de alguna forma, en el camino del peca– do." Y hay que ev itarlo sencillamente porque "esto" no es el pecado original, si no el fruto amargo de un árbol dañado en su raíz primera. No es el manantial, son las aguas turbias de la corriente cenagosa. El hombre de hoy peca, es culpable en el plano personal y en el colecti vo, pero ese pecado, con fre– cuencia monstruoso, no es el pecado original. Los especialistas de la "Comi sión" de rev iso res del cate– cismo holandés han aceptado el cuerpo a cuerpo del desafío "progresista" y han apelado al testimonio del Concilio para esclarecer el sentido y el significado del pecado original que, en sana ortodox ia, se ajustan en la letra y en el espíritu a la interpretación tradicional de la Iglesia. La Gaudium et Spes profesa el dogma del pecado original en toda su integridad y pone intencionadamente de relieve los puntos conflicti vos en los suburbios mentales del progresismo: creación del hombre por Dios -en gracia y justicia- tentación del demonio y rebe– lión contra Dios -caída y pecado-: "Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y prete ndiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios..." El pecado original, que el Concilio califica en frase enér– gica como oscurecimiento del "estúpido corazón", no es sólo un dato revelado divinamente, sino un hecho de experiencia: "El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, com- 55

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