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nuevo. La metáfora de los sentidos corporales remonta el vuelo por los graves temas de la teología de1 pecado y de la gracia. Eva viste el cuerpo "desnudo y hermoso" de Adán con el vestido del pecado y el jardín lo rechaza porque lo encuen– tra "feo". María envuelve a Adán en el vestido de la promesa y de la salvación. Y el j ardín lo abraza porque, en la envol tu– ra de la gracia, Adán es una criatura nueva, investido de luz por María. En los "Himnos de la bienaventurada María", el poeta Efrén tiene una intuición genial y hunde sus reflexiones en las ra íces de la metafísica. El pecado no es sólo la culpa moral que afea el rostro de l hombre y lo convierte en frágil caña agi– tada por los vientos de las pas iones desordenadas. El pecado original enturbia los manantiales del ser y nos ha dado un hombre roto, resquebraj ado, deshumanizado. El entramado de la propia estructura interior ha si do golpeado con violen– cia: " La hermosa y amable gloria (del hombre) se perdió a causa de Eva; fue restaurada a causa de María." Ser imagen y semej anza de Dios es el consti tuti vo metafí– sico de la criatura. La imagen quedó notablemente deforma– da por culpa de Eva. El ser del hombre como capaz de Dios y ele lo divino sufrió un grave deterioro. La "hermosa y amable glori a del hombre" se saldó con un balance de grandes pérdi – das en la existencia humana y en sus va lores fundamen tales: la di gni dad personal, la conciencia, la libertad, el sen tido de la vida. La restauración del hombre desde las raíces mismas del ser fue cosa de María... En la pleni tud ele los tiempos, se esclarece la profecía y se cumplen las promesas. La mujer profetizada tiene un nombre, una patri a, un registro civi l, una historia personal. Es una bella adolescente que vive en una pequeña aldea olv idada. Se llama María y es plenitud de naturaleza y de gracia. Por designio divino va a ser la Madre del Redentor. La materni– dad di vina es su vocación y destino. El ángel anunciador sugiere la metáfora expresiva y el juego de palabras. La mujer pecadora se ll amaba Eva. Con su culpa nos dejó una herencia maldita ele qui ebra moral , de tra- 37

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