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de Adán, que la quiere apas ionadamente. Y es un fenómeno curioso que sea un fraile quien nos describa con espléndidas anotaciones psicológicas la situación de arrobo, apasiona– miento y esa es pecie de locura en la fenomenología del amor que explica -ya que no justifica- la fragilidad de Adán ante la tentación. La actitud de Adán entre la cobardía y la vergüenza, que den unci a a la mujer como culpable y como instigadora de l pecado, sugiere una táctica muy femeni na ele persuasión, ele repliegue y de encantamiento... En la hostiliclacl sin tregua y a muerte que rompe y denun– cia el texto bíblico aparece la figura de la mujer nueva, como promesa y profecía. La mujer, bien en persona, bien en su linaje según las diversas traducc iones, pisoteará la cabeza de la serpi e nte o, lo que es lo mismo, vencerá el pecado en su misma raíz de pecaminosiclacl. Pasamos del cuadro ele afini– dades a una descripción detallista ele puntos d ivergentes . María es la antítesis ele Eva. Eva siente el vértigo ele endiosamiento y alarga la mano temblorosa a la manzana. María se turba ante e l pregón ele grandezas del ángel porque reconoce su pequeñez, su cons titutiva nulidad ontológica y su insignificancia personal y canta las maravillas de Dios. Eva se ensoberbece en rebeldías contra el Señor y come e l fruto amargo del árbol del mal. María se humilla y se pone incon– dicionalmente en las manos de Dios, en cal idad ele esclava. Eva es marioneta pasiva de los trucos del ángel tenebroso. María da su consentimiento libre y amoroso a los planes de Dios, esclarecidos por el ángel anunciador. La literatura patrística resalta en sugestivos pasajes ele antología la proyección de Eva y de María en la historia per– sonal de los hombres y en el destino de la humanidad. Eva nos engendra para la muerte. María nos engendra a la vida divina. Eva nos deja una herencia maldita ele pecado. María nos da la gracia. María nos lleva a la salvación. Eva nos lleva a un destierro ele cardos, do lores y pobreza. María ruega por nosotros que gemimos y lloramos en este valle de lágrimas. Con María, las espinas se han arrancado... , la maldición ha 34

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