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nidad y de bonanza en las que mar y cielo se funden en un abrazo azul en el tiempo y en el espacio. El mar -y el corazón– se turban y se agitan en fieros bramidos y en encrespadas olas embravecidas cuando estalla la tempestad y los rayos acuchi– llan el cielo gris y el mar tenebroso con dentelladas de fuego. Lo misterioso del mar y del corazón es el salto brusco de la bonanza al bramido, de la paz interior a la crispación, de la serenidad a las visiones trágicas de la inseguridad y del terror. Lo expresa plásticamente el poeta filosófico; en "Bando de alondras": ''Mi corazón, el mar. Todo tan tranquilo y... ¡de pronto'" '·Mar amargo mi sentimiento: en la piel suaves rizos pero el calado inmenso y una flor de arcoiris para el barquero. Y arriba el cielo''. Náufrago "entre onda y cielo" por la poca fe y las fragili– dades del espíritu, el dolor personal, "Gota pequeña'·, penetra en el interior y lo invade con una confesión estremecedora del poeta Dámaso Alonso: "Y era un dolor inmenso el mar··. El pasaje de San Bernardo es uno de los testimonios más expresivos de la "mediación" universal de María. Escoge deliberadamente una "situación límite" de fluctuación "entre borrascas y tempestades", "en impetuosa vorágine de este siglo". Se trata de la lucha a brazo partido contra el instinto y las pasiones, de la angustia existencial en el mar de la vida embravecido, de lo que llamaría el filósofo poeta "sentimien– to trágico de la vida" y ''agonía del cristianismo". De este modo, la intervención mediadora de María rebasa todas las fronteras y desaparece el sentido ele tragedia porque el final es venturoso. El final es el optimismo mariano, la psicología ele vencedor del devoto. - "Quienquiera que seas"... No importa quién, no se ponen condicionamientos personales. Todo ser humano es. al menos 294
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