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naturalidad y con exqms1ta pulcritud. Con María, nuestra infancia fue una crecida progresiva en ''edad, estatura y gra– cia". con un cultivo ilusionado de las virtudes humanas y de la amistad con Jesús, compañero y amigo. María nos "marcó" con el santo temor y con el más bello y grande amor a Dios y a las cosas de Dios. De la mano de María dimos los primeros pasos por el buen camino de la vida ·'sobria, religiosa y pia– dosa". La madre virginal retocó nuestra personalidad con pri– morosos detalles de libertad. de humanidad y de transparen– cia. Genial pedagoga de la sabiduría divina y humana, María es personalmente el "proyecto de vida" más sugestivo y fas– cinante. Ella fue la inspiradora de los buenos sentimientos que, en la infancia, brillan en todo su esplendor. Ella modeló con su estilo virginal la estructura ideal del pensamiento cris– fomo, la mentalidad evangélica que llena de luces la inteli– gencia con una visión clara de la vocación y el destino. Ella nos enseñó la sabiduría de la contemplación, de la reflexión y del buen vivir. María nos hizo descubrir el misterio de la exis– tencia, el sentido de la vida... La pedagogía maternal alcanza las más altas cimas en la formación del "ordo amoris''. que por algo María es la "madre del amor hermoso". En la escuela de María se fo1jan las almas de temple, los abanderados de la libertad y del honor que rechazan hasta por instinto los errores del pensamiento y las malas configuraciones del corazón. El discípulo de María lleva en sus venas la sangre azul del espíritu que es la bondad del corazón. Para vivir en carne viva la experiencia de la maternidad espiritual de María se exige como condición previa sintonizar afectiva y efectivamente con su proyecto de vida y con su estilo pedagógico para ponerlo en práctica. La teoría y la pra– xis, el ideario y el programa de acción de la Virgen recobran todo su vigor y belleza en un clima de cercanía humana y de amorosa intimidad. Si perdemos la onda de emisión y su fre– cuencia, el mensaje de María se difumina y empalidece entre los ruidos y las interferencias de la tibieza, la frivolidad y los prejuicios de los sabihondos de turno. 273

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