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so en estas páginas. La grandeza de María tiene su origen en Jesús. El Señor ha hecho "maravillas" en Ella porque iba a ser y fue su madre. la integró en su misión salvífica con una par– ticipación singular porque la preparó para ser la "madre de la redención''. En esta perspectiva maternal la llamarnos, porque lo es en efecto, madre nuestra, medianera ele todas las gracias, omnipotencia suplicante, Madre ele la Iglesia, co-redentora... MADRE NUESTRA Es el nombre más entrañable que le damos los cristianos a María. El más alto honor y la exigencia ele responder como hijos de verdad, pues lo somos. María es la madre espiritual de todos y de cada uno ele nosotros en particular. No es sólo una certeza teologal que se nos ha transmitido desde los pri– meros tiempos del Cristianismo en la pintura. en la literatura patrística y en el arte. Es una historia bendita de pensadores. poetas y santos. Y es la conciencia viva de un don de Dios a sus más fervientes servidores. Es, ele nuevo, la lógica de la maternidad. María es la madre de Jesús. Jesús es hermano nuestro, por expresa comu– nión de amor. Por sus venas de hombre verdadero brota la sangre de nuestra propia naturaleza humana. JESÚS es uno de los nuestros, en todo semejante a nosotros menos en el peca– do. María nos ha hermanado en su maternidad. Claro que se trata de formas diversas de ser madre: María engendra a Jesús en su carne y en su espíritu y a nosotros en dolores de parto del mús compasivo y amoroso sufrimiento. De Jesús es la madre física y ontológica, de los cristianos es la madre ''espi– ritual". Es la madre del Redentor y de los redimidos. María es nuestra madre por voluntad expresa de Jesús en un Testamento solemne y sagrado. Da fe de ello el Discípulo Amado, testigo presencial del drama salvador: "Junto a la cruL de Jesús estaban su madre. la hermana de su madre. María la de Cleofú~ y María Magdalena. Jesús. entonces. viendo a la madre y. al lado de ella. al discípulo a quien amaba. dijo a la madre: 268