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!aciones de la carne, que padecerán los casados, perdida la justic ia ori ginal, según San Pablo y sin complejos obsesivos del sexo como los esc lavos de la lujuria y del instinto insac iable. Y, de pronto, se oye en el paraíso el silbido obsceno de la serp iente. En los viejos mitos y en las religiones orien tales, la serp iente es la person ifi cación de l diablo, de los poderes del mal, de la rebelión contra Dios. La serpiente seduce a los pajarillos con su mirada para devorarlos. Como padre de la mentira, el demon io se di sfraza de buena persona, razonable, abierto y ameno conversador. Con su sagacidad habitual va vertiendo e l veneno de la tentación en dosi s cada vez más mortíferas. ¿Por qué no coméis la fru ta del árbol de la ciencia del bien y de l mal? - Porque Dios nos ha prohibido comer de ese árbol bajo pena de muerte, pero podemos comer el fruto de todos los demás árbol es. El tentador envuelve a la mujer en una red pegajosa ele dudas, de curiosidad, de ambiciones. Le presenta el fruto prohibido dele itoso a la vista y sabroso al paladar. Le ofrece cosas fascinantes para distraer su pensamiento de la clesgra– cn1. - ¡Qué ingenua y qué tonta eres, mujer! La muerte es una amenaza para meteros el miedo en el cuerpo. ¡Qué vais a morir ! El día que comáis del árbol de la ciencia del bien y del mal seré is como dioses. El fruto prohibido es manj ar ele dio– ses: "bello a los ojos y deseable para alcanzar sabiduría." Eva siente el vértigo mareante del endiosamiento, siente que el corazón bate locamente y, en un momento de fragilidad y de torpeza, alarga la mano temblorosa a la manzana, la come con voracidad de mujer hambrienta de encumbramiento y se la pasa a Adán que come también . El fruto prohibido fue un bocado de muerte. Y en el ramaje de l árbol ele la ciencia del bien y del mal sonó ruidosa la carcajada sarcástica del malig– no para celebrar su tri unfo ... Es la táctica del padre de la mentira. Cuando intenta ren– dir la plaza, presenta el pecado como la cosa más natural del mundo y siempre de un modo fascinante. Cuando sa le vence– dor, humilla al pecador restregándole el alma con su vergüen- 30

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