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gen gloriosa. Gloria pura el esplendor de la carne. de lirios y azucenas florecida. Gloria pura en el cielo azul de su alma inmaculada. Gloria pura en la madurez e inocencia de sus ojos perfectos de eterna feminidad adolescente... Lo que más me llena de El Greco no es la morfología físi– ca que alcanza altos niveles de estética belleza. Lo que me asombra en la Asunción es la honda penetración psicológica en los centros neurálgicos del interior de la madre virginal. La cara de mujer es espejo terso de "estados del alma". de la situación humana y espiritual de María en la apoteosis del triunfo final, con los ángeles y los hombres en asombro. Hay un revuelo en el orbe de campanas y palomas. El Pastor Angélico va desgranando las cuentas de rosario de su pregón. Con el método y el lenguaje imaginativo y sugerente del cine vanguardista, el Pontífice se sirve del dogma de la Asunción. cumbre y vértice de la existencia tem– poral de María, para revivir la biografía de la Madre del Redentor. En rigor, la memoria de "madre", en el clima entra– ñable familiar del pregón, pone de relieve la armonía entre los privilegios más singulares de la Señora. La definición dog– mática de La Inmaculada Concepción hace resplandecer "con nuevo fulgor" el misterio de la Asunción. Concepción Inma– culada y Asunción son las dos alas de la Blanca Paloma de los palomares de la humanidad redimida. Las campanas tocan al Ángelus en el pensar armónico de la "Constitución dogmática". Recuerda el papa la raíz de inmortalidad que se arraiga en la carne de María por el hecho de engendrar al Hijo de Dios, sin detrimento de su virginidad. Es impensable que quien no rompió el cristal de su cuerpo virgen. sino que lo embelleció como Sol naciente, permitiera la humillante desintegración y corrupción del sepulcro. Iba en ello el honor de su Madre. La Asunción no nos sugiere ritos funerarios sino cantares de gozo y gloria. En el discurso doctoral hay pasajes de humanísimas reso– nancias emotivas. Hablando de la compenetración entre la Madre y el Hijo y de su unión providencial de vocación y de destino, al Papa se le quiebra la voz y le invade la nostalgia: 252

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