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El presentimiento de la pronta ausencia personal de Jesús llena de lágrimas los ojos de los apóstoles. de ··soledad y llan– to·· sus afligidos corazones. Jesú~ era el centro vital y amoro– so de su existencia y se sentían arropados con sus desvelos de amigo y Señor. Y ahora le~ dice que se va. que ya no le verán más. que no escucharán más las palabras de sus labios porque ha llegado la hora de ir al Padre. Como lluvia de mayo cae sobre ~u tristeza la promesa del Maestro. No tengáis miedo. no voy a dejaros huérfano~. Quie– re ser persua"ivo y convencer a los suyo~ como la madre al hijo mimado. Por otra parte. es mucho mejor para vosotros que yo me vaya. porque ele este modo os enviaré al Espíritu Santo, que va a ;,er otro yo. que os seguirá recordando todo cuanto yo os he dicho. Vendrá de mi parte y os cogerá de la mano para introduciros en la verdad plena. La promesa es como un rayo de sol en los densos nuba– rrones del presentimiento y de la tristeza. como "el filo blan– co de la nube negra". Y como Jesús tiene palabra de honor. cumple su promesa y les envía al Espíritu Santo. cuando estún reunidos en perseverante oración con María. la Madre de Jesús. El Espíritu \ ienc en poder y gloria para ··renovar la faz de la tierra··. Con la bravura impresionante de una invasión del alma por lo divino. Como hoguera que despide lenguas de fuego que van a posarse sobre cada uno de los elegidos. pren– diendo en llamas la mente y el corazón con una psicología nueva de vigor, de optimismo y de esperanza. Es una invasión a lo divino y "se llenaron todos del Espí– ritu Santo··. Y como no cabía tanto viento y tanto fuego en el frágil cuerpecillo ele los apóstoles, les desbordaba la gracia por los sentidos corporales y daban la sensación de haber bebido copiosamente. Y era verdad, estaban ebrios de la rnanife:c,ta– ción de Dios y hablaban como los propios ángeles en el len– guaje universal del buen Dios. El Espíritu Santo es el gran integrador de lo humano en lo divino. la divina armonía de la comunión, el unificador de lo disperso. que avergüenza el 241

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