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La estrella fue a posarse sobre el lugar donde estaba el recién nacido. Y este lugar no era una mansión regia, ni un chalet ajardinado en la zona residencial, ni un piso de lujo en la urbanización de moda. El lugar del nacimiento no fue un barrio ruidoso de casas baratas o protegidas para la clase obrera. Ni una chabola propia en los suburbios. La estrella se posó sobre la pobreza: un portal destartala– do, una "vivienda" bajo mínimos para la dignidad de la per– sona humana, un pesebre donde se da a comer a los animales como "cuna". El Rey de reyes nació voluntariamente en una gruta de animales. Nos impresiona ver al Niño en un camas– tro de pajas y lloramos de emoción y de tristeza. Pero el mis– terio no es la escasez, la carencia de medios, el olvido de las gentes. El gran misterio que nos pone de rodillas en adoración es que "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros'". - "Se hizo hombre''. El hombre moderno, engreído hasta el endiosamiento por las conquistas de la ciencia y el progre– so, ha entronizado los derechos humanos al primer puesto en la jerarquía de valores. Se siente orgulloso y autosatisfecho de ser hombre. Y, sin embargo. la desproporción entre el hombre y Dios es "infinita". La Encamación del Hijo de Dios es el empobrecimiento radical, un descenso de categoría, una renuncia a los esplendores en el fondo y en la forma. Signifi– ca, en expresión enérgica y misteriosa de la revelación que "se despojó de su rango", que "siendo en la forma de Dios, tomó la forma de esclavo", que se hizo "semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado". La cuna no es un idilio pastoril ni un cuento de hadas. El Niño es humano y vive una situación humana con el drama– tismo y la fascinación de la existencia: el gozo. el dolor, la angustia y la esperanza. La estrella de los magos es un men– saje de valentía y de audacia, con una capacidad inmensa de lucha y de adoración. Adoración. Para descubrir la estrella de Dios hay que mirar mucho al cielo y seguir la olorosa fragancia del incien– so en la vertical del servicio divino. Los endiosados que gri- 149