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nacimiento. Le dijeron que en Belén de Judá, según las pro– fecías. Entonces Herodes llamó aparte a los magos para ente– rarse de todos los detalles fingiendo que le interesaba mucho el recién nacido y que tenía la intención de ir personalmente a adorarlo. No sabían los reyes que Herodes quería una infor– mación con todas las circunstancias y pormenores para lan– zarse sobre el niño corno una fiera contra su presa. La estrella que se obscureció avergonzada ante el tirano, volvió a resplandecer para señalar el camino. "Al ver la estre– lla se llenaron de inmensa alegría'·. La estrella se detuvo enci– ma del lugar donde estaba el niño. La estrella se posó sobre la cuna del Salvador. Prosigue el historiador cronista San Mateo: ''Entraron en la casa: vieron al niño con su madre María. y. postrándose. le adoraron: luego abrieron sus cofres y le ofrecieron clones ele oro. incienso y mirra". Este pasaje, tan sencillo y sobrio, se presta a graves y sabrosas reflexiones. El Niño está con su madre María, ano– tación histórica que se ha convertido en la pluma de pensado– res y devotos en "ley" de espiritualidad y de vida: ''Quien busca a Jesús, lo encuentra en María". María nos lleva a Jesús. María no quiere protagonismo y nos manda siempre a su hijo: "Haced todo cuanto Él os diga..." Los magos le adoraron. La estrella de la fe resplandeció en sus ojos con nuevo resplandor y adoraron al Niño que era Dios. Los magos presentan su ofrenda. Después del anuncio, que es una llamada, viene el ofrecimiento como respuesta de generosidad y gratitud. Los dones espléndidos de los magos lo son más aún por su simbolismo y por significación teolo– gal. Le ofrecen al Niño oro, porque es Rey, incienso porque es Dios y mirra porque es hombre verdadero. Y se marchan a su país, burlando la vigilancia de Herodes, por otro camino. Dios que vela siempre les ha avisado en sue– ños que Herodes es un tirano y que el Niño corre peligro... 146
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