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gía de granja agropecuaria, obsesionado por los placeres espesos de la carne en un ambiente degenerado de malas com– pañías. - No. ¡que no! Casi siempre se alejan de la porque antes de perder la fe perdieron la vergüenza. Mataron la fe con puñaladas cobardes de inmoralidad. Perdieron el vigor ele la mirada y la limpieza del corazón en una vida triste y oscura de pecados carnales. Y son ya viejos prematuros. cobardes y acobardados por la furia del sexo. No, y no. Los jóvenes llenos de pujanza y vitalidad que mantienen puras las fuentes ele la vicia, no se marchan. Los matrimonios que no profanan el amor, no se marchan. Los amigos leales. no se marchan. Los hombres buenos, no se marchan. Los lim– pios de corazón son feli ces en la casa paterna... ... y en la tierra paz ... Los ángeles de la Navidad se manifestaron con una pan– carta expresiva: en la tierra paz a los hombres ele buena voluntad". Es posiblemente el sueño más entrañable de la humanidad en esta hora dramática y fasc inante del mundo. Y aquí viene lo paradójico del caso: tocios querernos la paz, nunca se ha gritado tanto por la paz y, sin embargo. vivimos en un clima permanente de violencia y de guerra. La tarea más urgente es ponernos de acuerdo sobre el esta– do de la cuestión: qué es la paz, qué sentido, qué contenidos, qué en foques, qué alcance tiene la paz. La misma palabra, la misma expresión verbal puede significar cosas d istintas y hasta contradictorias. Desde una perspectiva superficial . la paz es la simple ausencia de conflictos armados: hay paz cuando cesan las guerras. En rigor, la situación postbélica que hemos vivido en un cl ima tenso ele guerra fría, de enfrenta– mientos ideológicos, de equilibrio del terror no merece el santo nombre de paz. La paloma de la paz siente alergia a todas las formas de la 137
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