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aconteceres humanos y confi rma la seguridad de que no pasa nada, no pasa nunca nada, porque Dios nos tiene de su mano. Jesús comprende y alivia el dolor, hace soportable y amable el peso amoroso de la cruz de la pobreza, de la lucha por la vida, ele las fragilidades que apenan y humillan al hombre, crea una mentalidad nueva y un orden nuevo del amor: perdona a los pecadores y comparte con ellos la mesa, se encuentra a gusto con la gente senci lla del pueblo: los pobres, los trabajadores del campo y del mar, los marginados de la sociedad, los que viven a salto de mata sin seguridades en el mañana... - abre horizontes a la esperanza... Este mensaje de esperanza del Niño Dios Salvador -siem– pre en brazos de María- les sabe a gloria "de un modo espe– cial" y en "un grado superior" a los pobres y a la gente senci– lla que comparten la vida real pobre y providencial de Jesús y de su pobrecilla Madre . Es el pueblo llano el que abre de par en par a la Virgen con su Niño las puertas de la posada y las del corazón porque sienten "la necesidad de Dios". En una situación social y moral de abundancia y de seguridades terre– nales, la necesidad de Dios se advierte -si es que se advierte– con menos intensidad y urgencia. Francisco de Asís -el hombre de los ojos perfectos, ciegos de tanto llorar y amar- adivina en los signos y en los símbo– los la presencia de Dios y el renovado misterio de la Navidad en la historia humana. Lo describe con su estilo dramático y sugestivo el novelista Niko Kazanzakis en "El pobre de Asís" . Por el camino de la montaña pasa un campesino, que arrastra por una cuerda a un asnillo que monta una mujer. Descubier– to el seno, amamanta a su hijo. Francisco atiende a la petición y bendice al campesino: "- ¡Que Dios os proteja! -respondió Francisco-. Buen viaje, José... El campesino se echó a reír, pero como estaba apurado siguió su camino. - ¿José') -pregunté-. ¿Cómo sabes su nombre'! - ¿No has comprendido, corderillo de Dios? Eran José y María, que amamantaba a Jesús. Huían a Egipto. "¡Cuántas veces he de repetirte, hermano León -prosi- 133

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