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P. CALASANZ caminantes exigiendo: la bolsa o la vida. No hace falta despojar al prójimo poniéndole al pecho la pistola o la navaja. Existen modos más discretos en el oficio de ladrón: falsificación o adulteración de los artículos, negocios irregulares, impuestos escandalosos. El ratero vulgar es un «señor» en comparación con los trafican– tes de «guante blanco». El tema es muy delicado: sin restitución no hay perdón. Como dice el adagio clásico: «O restitución o condenación». San Francisco nos recuerda que es difícil satisfacer «lo que defraudaste y engañaste a los demás». VIII. DEL VERDADERO AMOR «Dichoso el siervo que tanto ama y respeta a su hermano cuando está lejos de él como cuando está con él, y no dice detrás de él nada que no pueda decir con caridad delante de él» (San Francisco). Disco verde Todo hombre tiene derecho a su «imagen». El honor es más apreciado que las riquezas. El honor es el tesoro de los humildes y modestos de este mundo. Es cuestión de grandeza de ;1lma y de buenos sentimientos: alabar lo bueno y bello que hay en el prójimo y «defender sus espaldas» a los ausentes. Disco rojo ¡Cuidado con el nombre del prójimo! Y se ofende al prójimo falsificando o deformando la verdad, con la invención o propagación de rumores, bulos, cuentos, chocarrerías; con la difamación, las medias verdades sinuosas, los falsos testimonios, la calumnia. Desenterrar cadáveres es un oficio triste, oscuro e infame. - 84-
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