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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR a unas fórmulas devocionales rutinarias que no interpelan la conciencia ni provocan la ruptura con modos de ser, de sentir y de vivir ajenos al Evangelio. A la luz de Dios tenemos que revisar también nuestro senti– do del prójimo. El «Mandamiento nuevo» es particularmente exigente. Es muy fácil querer a los que nos resultan simpáticos, a los que nos quieren, al círculo de amigos, a los buenos. Es muy fácil aplicar la ley del talión y la ley del embudo en nues– tras relaciones con los demás. Pero Cristo nos «manda» amar a los enemigos, hacer bien a los que nos hacen mal, rezar por los que nos calumnian y persiguen. Y hay expresiones que de– notan una actitud radicalmente antievangélica: Siento por él una absoluta indiferencia. Perdono, pero no olvido. No le deseo ningún mal, pero no quiero encontrarlo en mi camino ... En esta tarea de convers1on hay que «evangelizar» también los sentimientos instintivos que se agazapan en el hombre y que afloran con facilidad hasta en los mejores. Por ejemplo: Cierto sentido de indiferencia hacia los distantes por ideo– logía, temperamento, por carácter. Cierto complejo de superioridad, en plan personal o como grupo, en comparación de los otros. Nos creemos más honrados, más coherentes, mejor dotados. Olvidamos que los dones de Dios no son motivo para engreírse o tenerse por más, sino para exigirse más y ser mejores. Ciertos movimientos incontrolados de agresividad como respuesta al mal y a los agresores. Ante el rechazo de Cristo, sentimos la tentación de pedir que baje fuego del cielo. Somos partidarios de usar la violencia contra los violentos, por lo menos en determinados casos ... Cierta sensación casi instintiva de complacencia ante los fracasos de los enemigos y un vago malestar por el triun- - 71 -
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