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P. CALASANZ es una ruptura con su mundo anterior, que sigue ejerciendo una fascinación casi invencible. Por de pronto, tiene que renunciar a modos de pensar, de sentir y de vivir sumamente apetecibles. Y el pobre hombre se resiste, forcejea con Dios, pide treguas. - «Mañana... » Es una lucha dramática entre la materia y el espíritu. El es– píritu está pronto a dejar la vieja vida, envuelta en pecados. Está hastiado de este mundo inferior del instinto y las pasiones y bus– ca horizontes nuevos de rehabilitación y de gracia. Pero la carne es débil tiembla cuando tiene que enfrentarse al sacrificio, a las uv,~w~u a un futuro sin seguridades temporales. «Mañana ... » Dios sigue llamando y apretando el cerco. Y el pecador dan– do largas por miedo, un miedo brutal e instintivo que le hace huir sin paz y sin sosiego. Es una situación penosa de impoten– cia y de cobardía. No tiene fuerzas para romper con la ocasión de pecado y se engaña a sí mismo, proyectando para mañana. Pero mañana las dificultades serán mayores y menos las reservas espirituales. Desde fuera le desafían las pasiones: ¿Cómo vas a vivir sin nosotras? En el interior cada vez es más insistente la conciencia. Es una experiencia que inspira compasión por el pecador que sufre intensamente: ¡Cuántas veces el ángel me decía: «Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía»! ¡Y cuántas, hermosura soberana: «Mañana le abriremos», respondía, para lo misrno responder mañana! «¿Mañana? No, hoy mismo. Ahora mismo.» Ahora mismo regreso a la casa de mi Padre para reconciliar– me con El. Ahora mismo voy al encuentro de mi hermano, con - 68-
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