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P. CALASANZ queda siempre en un plano secundario, como la «devo– ción». Y «antes es la obligación: la lucha por la vida, los negocios, las preocupaciones terrenales, la vida de sociedad, la casa, los ganados ... , que la devoción»: toda manifestación de tipo espiritual. Es tan acaparador el ajetreo por las cosas de este mundo que no queda tiempo para Dios. ¿Cómo convencer a estos cristianos de la «necesi– dad» de la conversión? ¿Cómo decirles que su conver– sión es necesaria y «urgente»? Hay que gritárselo ahora, en este momento especialmente oportuno de la Misión, cuando el Mensaje les ha «destemplado» y fogueado. Es el momento psicológico para «despertar» su concien– cia y para decirles que tienen que cambiar de vida por– que su situación espiritual es anómala, triste y peligro– sa: viven habitualmente en pecado mortal. Se confiesan una vez al año y... hasta el año que viene. Han come– tido todos los pecados, «menos robar y matar» ... c) Son los cristianos fervorosos que toman en serio a Dios. Viven habitualmente en gracia de Dios. Frecuentan la oración y la recepción de los Sacramentos. Dios es el valor absoluto de su vida, influye realmente en su vida. Son almas de conciencia delicada, comprometidos en las cosas de Dios. Forman parte en los grupos de apos– tolado y están disponibles en todo momento. Pero tienen miedo a comprometerse demasiado y buscan evasivas para el «sí» final que los llevaría a la santidad. Para este grupo, la conversión exige el «sí» incon– dicional. d) Son los católicos tibios que no renuncian a seguir a Cris– to, pero le siguen «de lejos» para no complicarse la vida ni perder el sueño. Reciben la palabra de Dios con alegría, sienten de cuando en cuando inquietudes espi– rituales, son incluso fervorosos, a su modo, en algunas etapas del año. Es una forma de piedad «peligrosa», que carece de una fundamentación sólida, y actúan más que por convicciones arraigadas, a ramalazos del senti- - 66-
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