BCCCAP00000000000000000000337
P. CALASANZ siente impotente, enrabietado y resentido. Irrumpe, al mismo tiempo en su vida, el sentido crítico exacerbado hasta la rebel– día. Podría consultar el problema con su padre y luchar contra las pasiones. Pero no tiene fuerzas. Y un día triste lo echa todo por la borda: ¿Para qué tanta Iglesia, para qué tanta represión, para qué tantos mandamientos, para qué tantos prejuicios, para qué tanta casa ... ? Se siente ahogado, como encarcelado entre los barrotes de la casa paterna, y se marcha lejos. Los pecados oscuros entenebre– cen su juicio y despierta con resacas amargas. Luego vino el hábito de los pecados torpes, cometidos con rabia brutal y con– sentidos sin resistencia. El hijo mimado se convirtió por volun– tad propia en un «alejado». Se marchó «lejos». De sobra sabía el desgraciado que su padre no podría tolerar su vida desenfrenada. No quería que le echaran en cara su proceder de degenerado: «Hijo mío. has manchado el honor de la familia. ¿Cómo has podido humillarte y humillarnos tanto?» Viviendo lujuriosamente. Notad la intención profunda del pasaje. No se marchó por un ideal superior, para vivir más ho– nestamente. La deserción de la casa paterna se disfraza a veces con caretas de honorabilidad. Sinceridad, amigos. Son pretextos, ridículos pretextos para encubrir o justificar la cobardía, la fra– gilidad o el deshonor. Ha habido una quiebra moral y el joven, en vez de intentar la rehabilitación moral orando y luchando -como lo hacen otros jóvenes-, denuncia y procesa a los padres, a la Iglesia, a la sociedad. Ciertamente, antes de perder la fe ha perdido la vergüenza. El joven sabe perfectamente que la castidad es de valientes y esforzados con mirada limpia. Su resentimiento proviene de su cobardía y de su suciedad. - 58 -
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz