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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR I « Un hombre tenía dos hijos. Y el menor dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde'. Y les repartió la hacienda. Y a los pocos días, el menor lo reunió todo, se marchó a un país leja– no y allí malgastó su fortuna viviendo lujuriosamente ... » ¡Qué intensidad humana en la narración! Es el hijo menor, el que se cree siempre con derecho al regazo paterno. Es el pequeño príncipe de la casa, que vive una situación de privile– gio en una experiencia jamás desmentida. Por eso resulta más dolorosa y arbitraria su decisión. Es un egoísta que pasa la fac– tura a su propio padre en un tono descarado y ofensivo de ultimátum. No piensa que va a causar un disgusto tremendo a su padre. No piensa más que en sí mismo. Se aburre con la monotonía del hogar. Quiere vivir intensamente, hacer su vida, vivir a su aire al margen de toda exigencia social o moral. Siente en su carne moza las sacudidas del sexo y se lanza mundo ade– lante a disfrutar los placeres de la vida. Y para gozar a sus an– chas, sin testigos de su envilecimiento, sin frenos para su desho– nor ... , se marcha lejos. - Ese joven eres tú. Desde niño eras hijo de Dios. Tuviste un ambiente familiar acogedor, donde todo lo recibiste ya hecho: la fe, la gracia, los Sacramentos. Realmente, fuiste siempre mimado del Padre Dios. No tuviste que luchar para conquistar la fe, ni contra las dudas, ni contra las turbaciones del espíritu. Naciste ya en los brazos de Dios y te sentabas a su mesa. Hasta que un día llegó la crisis de la pubertad con sus fe– nómenos clásicos. El muchacho tiene preocupados a los suyos. Anda un poco nervioso, de mal humor y huidizo. Procura rehuir la mirada directa. El joven lo está pasando mal con las pujantes sacudidas del sexo. Quizá ha probado ya el fruto prohibido y se -57-

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