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P. CALASANZ El cristiano está en el mundo y vive en el mundo, en el aquí y el ahora de la historia de la humanidad, en el «hoy» de Cristo. Pero no «es» del mundo ni puede adaptarse a la mentalidad mundana ni a su profanidad en sus actitudes y en su compor– tamiento. Una instalación confortable en lo mundano supondría una malconfiguración de su mentalidad y de su forma de vida. El cristiano está en el mundo en una espera vigilante de la venida gloriosa y del encuentro con el Señor. Está viviendo y actuando como signo escatológico del Reino. Para conservar el valor de «signo» tiene que superar la tentación de mundani– dad y vencer la fascinación de las pasiones que luchan contra el espíritu. El cristiano es luz del mundo, sal del mundo: tiene vocación de luz y purificación y conservación. En el momento en que se «mundaniza», siendo uno más entre los mundanos, se incapacita para iluminar las realidades temporales con su fe y con su ejemplaridad. Por eso, al difuminar o entenebrecer su identidad de «signo» escatológico, pierde su más profunda razón de ser y, consecuentemente, toda su eficacia como testimonio. La santa esperanza de la venida gloriosa de Cristo nos enseña a «renunciar a la impiedad y a los deseos mundanales y a vivir sobria, justa y piadosamente». Esta renuncia no separa al cris– tiano del mundo -«no te pido que los saques del mundo»-, pero lo hace incompatible con los modos de ser y de actuar del mundo, moralmente envuelto en el pecado -«te pido que los libres del mal»-. La dimensión temporal de nuestra existencia -la fugacidad vertiginosa de este mundo- no es exclusivamente un dato de la razón y de la experiencia. Es un hecho con sentido religioso que hay que vivir a la luz de Dios, en clave de fe. Son dos modos de ver el mismo hecho que inciden en la vida. La reac– ción del pagano es vivir intensamente el tiempo fugaz: «Coma– mos y bebamos, que mañana moriremos». La reacción del cris– tiano es de estímulo esperanzador: «Mientras tengamos tiempo, obremos el bien». La fugacidad de las cosas relativiza los valores de este mun– do. Todo lo humano es provisional y relativo ante la realidad - 50-
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