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P. CALASANZ «Al mismo tiempo dirá a los que estarán a la izquier– da: Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles ... E irán éstos al eterno suplicio, y los justos a la vida eterna» (Mat 25,41,46). « Y así como se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así sucederá al fin del mundo» (Mat 13,40). « ¡Serpientes. raza de víboras!, ¿cómo será posible que evitéis el ser condenados al fuego del infierno?» (Mat 23,33). «Estos dos fueron lanzados vivos en un estanque de fuego que arde con azufre» (Apoc 19,20). « Y si tu ojo es para ti ocasión de escándalo, sácalo y tíralo lejos de ti; mejor te es entrar en la vida con un solo ojo que tener dos ojos y se arrojado en la gehenna del fuego» (Mat 18,9). «Entonces dijo el rey a sus rninistrns: 'Atado de pies y manos, arrojad]o fuera a las tinieblas. donde no habrá sino llanto y crugir de dientes'» (Mat 22,13). « Mientras que los hijos del Reino serán echados fuera a las tinieblas: allí será el llanto y el crugir de dientes» (Mat 8,12). «Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la perdi– ción, y son muchos los que entran por él» (Mat 7,13). «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? O ¿qué podrá dar el hombre a cam– bio de su alma?» (Mat 16,26). «Mas entonces yo les co 1 1testaré: 'Jamás os he cono– cido: apartaos d; Mí, operarios de iniquidad'» (Mat 7,23). Existe el infierno. Y existe la posibilidad de ir al infierno: «Dejar de ver a Dios y condenarme triste cosa será, pero posi– ble». Condenarse no sólo sería triste, sería la máxima desgracia, el fracaso definitivo. Por eso hay que vivir en estado de alerta, con santo temor y temblor, para salvar el alma, que es la cues- - 44-

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