BCCCAP00000000000000000000337
P. CALASANZ Mira lo que he hecho por ti. Di mi vida para salvarte. No pude hacer más. «Cuando se es condenado por la justicia, se puede recurrir al Amor; pero cuando se es condenado por el Amor, ¿a quién se recurrirá? El Amor, que ha dado por ellos toda su Sangre, es el mismo Amor que maldice» (P. Lacordaire). El tema del infierno es impopular. No encaja en los planteamientos del hombre moderno, tan pagado de su propia imagen y tan endiosado por sus conquistas. El hombre, engreído y soberbio, que ha descubierto tantos mis– terios de la naturaleza, se cierra en banda ante el misterio de la condenación eterna, que rebasa sus fuerzas de comprensión. El hombre moderno se rebela contra la existencia del infierno y re– curre a los argumentos más peregrinos de la razón y del senti– miento. Esta actitud de rechazo, aun en ambientes tradicionalmente religiosos, resulta verdaderamente preocupante, ya que supone una deformación de la conciencia en aspectos sustanciales de la fe, como son los dogmas. El tema del infierno no se puede des– pachar frívolamente en una encuesta callejera o en una tertulia televisiva de profanos irrespetuosos e ignorantes. Es un proble– ma que exige seriedad y respeto, ya que afecta a las convicciones profundas del pueblo. Los «renegados» del infierno nos ofrecieron un espectáculo triste y bochornoso en su programa de televisión. ¿Cómo es po– sible tanta ignorancia, tanta superficialidad y tan mal gusto en una sociedad civilizada? Faltaba la mínima honestidad exigible en la encuesta: todos los encuestados negaban el infierno. ¿Por qué no preguntaron a los millones de españoles que admiten la existencia del infierno? Los protagonistas del programa negaron el infierno. ¿Por qué no invitaron a los teólogos más prestigio– sos, que creen unánimemente en la existencia del infierno? Con esta manipulación, hecha de mala fe y con mala con- -42-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz