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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR envidia, los malos sentimientos ... Dios mío, ¡cuánta vergüenza! Ya lo dijo el pensador converso: «Conozco el corazón del hom– bre honrado y es ... horrible». ¡Dios mío!, que no vean esto mi esposo, mis hijos, mis conocidos. Estoy nervioso, apesadumbrado, turbado, avergonzado con estos recuerdos insistentes y tristes de mi vida pasada. Y ahora mismo voy a borrar el pasado pecaminoso cortando con la con– tricción todos esos metros de celuloide negro y torturante. Por la misericordia de Dios, en la proyección del Juicio final ya no tendré que tapar la cara con las manos porque me has perdona– do y soy un hombre nuevo. En la película de mi vida hay también escenas -muchas por la bondad del Señor- que esponjan el corazón y reavivan la esperanza: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Son más las horas del dolor y del anepentimiento que las horas del pecado. Son más las confesiones que las negaciones. - Son más las lágrimas por Ti que las culpas sin Ti. - Tu amor y misericordia es infinitamente más grande que mis culpas. Por eso, Señor, a pesar de tanta fragilidad y de tanta ver– güenza, espero que me has de salvar. CRISTO NOS SALVA DEL INFIERNO El misterio del infierno -escalofriante y dantesco- es un misterio de Amor. En algunas catedrales medievales, Cristo, el Redentor, se presenta al condenado con sus cinco llagas. Que es como de– cirle: - 41 -

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