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P, CALASANZ El Juicio de Dios es una llamada a la total sinceridad inte– rior, Y esta autenticidad forja hombres de temple, insoborna– bles, libres, audaces, santos. San Francisco dio forma a esta psicología de autenticidad con una frase genial: Soy lo que soy ante Dios, ni más ni menos. Es como poner el hacha a la raíz del respeto humano, estar por encima del culto a las apariencias y a las formas sociales vacías de contenido, Es seguir con decisión el ideal, sin miedo a las críticas, a las reticencias, a las amenazas ni a los halagos de los hombres. Es pisar tierra firme para no dejarse adorme– cer ni engreír con el triunfo ni abatir por los fracasos de la vida. Lo importante no es lo que piensen o juzguen de mí los hombres, Ni siquiera lo que pienso yo de mí mismo, aunque la conciencia no me acuse de nada. Lo que cuenta a la hora de la verdad es qué piensa Dios de mí, porque Cristo es quien me va ~.Jmgar, «QUE NO VEA ESTO MI HIJO» El director de cine y los artistas del reparto «pasan» la pe– lícula en sesión privada. Es como una revisión crítica para sub– sanar los fallos, para eliminar las secuencias «impresentables», para ponerla a punto de proyección pública. Hay una escena en que la protagonista sale desnuda, exhibiendo vergonzosamente su anatomía ... La actriz se levanta decidida y se encara con el director: «Señor director, que no vea esto mi hijo ... » Nuestra vida es una película que se va filmando día a día, escena a escena. Y hoy vamos a tener la valentía de enfrentarnos a nuestra conciencia con el proyector de Dios. Como en un fogonazo de luz, toman cuerpo todos los pecados de la vida pasada: la fragilidad, la malicia, la insensatez, la cobardía, la - 40
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