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P. CALASANZ Los ojos perfectos de Jesús son el «objetivo» luminoso que va filmando mi vida, todas y cada una de las «secuencias» de mi historia personal. «Que no vea esto mi hijo», dice con amargura la actriz ante una «secuencia» innoble. Estas «secuencias» innobles de mi vida, que me avergüen– zan, sólo pueden borrarse con un llanto de amor. - «No temo al Juez porque es mi Amigo.» Ojalá vivamos con tanta lealtad, con tanta vehemencia, con tanto fervor, con tanta ternura, con tanto apasionamiento, que podamos gritarlo en la hora de la muerte. La justicia es uno de los problemas que encuentra más sensibilizada la conciencia del hombre moderno. Quizá haya rebajado los contenidos fundamentales con una vi– sión unilateral, centrándola de un modo exclusivo o prioritario sobre lo social, cuando hay aspectos funda– mentales de tipo metafísico, ético y teologal. Pero siem– pre debe quedar en pie que la justicia es una exigencia de la misma Ley natural. POR LA RAZON natural se llega a la existencia de Dios Creador y Remunerador. El sentido -aun natural- de la justi– cia exige la sanción moral. En efecto, la conciencia -esa voz interior que clama desde la naturaleza del hombre- nos mani– fiesta los principios básicos de toda mora1: El que obra bien merece el premio, el que obra mal debe ser castigado. La conciencia dicta, además, que el premio y el castigo han de guardar proporción con el bien y el mal que se han hecho. No se puede premiar cuantitativa y cualitativamente igual a un

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