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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR breza, con la marginación, con el exilio. Fue perseguido a muerte «sin por la ambición de un jefecillo sin conciencia. Cristo nos hace reconocer nuestra condición de pecado– res: «Quien de vosotros esté sin pecado, que arroje la primera piedra». «Quien diga que no tiene pecado es un embustero». Adán, «en quien todos pecamos». Cristo exige este reconocimiento como condición para el perdón y la justificación: «Mujer, ¿nadie te ha condena– do? Pues yo tampoco te condeno. Vete y no peques más» El publicano se confiesa «pobre pecador» y apela a la misericordia de Dios. Se siente indigno, inferior, avergonzado. Por eso sale justificado del templo. Hay formas de arrepentimiento realmente conmo– vedoras: David reconoce su pecado «rasgándose el corazón» en presencia del profeta Natán: «He pecado contra el Señor». El publicano se arrastra por el y se da golpes de pecho. Pedro del atrio y llora amargamente. La Magdalena rompe el frasco de ungüento y enjuga con sus cabellos los pies de Jesús. El hijo pródigo se tira de bruces al suelo y confiesa su culpa, que le ha hecho indigno de ser tratado como un hijo: «Padre, pequé contra el cielo y contra Ti». El buen ladrón reconoce que ha sido a_iusticiado con razón, pero suplica a Jesús -el inocente- que se acuer– de de él en su Reino. Cristo da ánimo a los pecadores con una psicología de esperanza: Dios tiene entrañas de misericordia y no sólo perdona al pecador arrepentido, sino que celebra una fiesta en su honor. Dios se alegra de la recuperación del hijo porque es infinito en misericordia: - 25

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