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P. CALASANZ sistencia, su constitutiva fragilidad. La inteligencia del hombre, velada y entenebrecida por el pecado original, tiene capacidad para un conocimiento natural de Dios. El hombre que niega la existencia de Dios es un «in– sensato)). Por una mal-configuración del corazón.-Anota con agu– deza el evangelista que algunos no recibieron a Cristo, no por motivos racionales, sino porque «sus obras eran malas». La mala conciencia, la vida depravada y las pa– siones entenebrecen la inteligencia y pervierten el cora– zón. Muchos antes de perder a Dios, perdieron la ver– güenza. El rechazo ele Cristo «Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron.» «No había sitio para ellos en el mesón ... » Los jefes y poderosos del pueblo empezaron a tramar cómo deshacerse de EL Jesús tiene que exilarse en Egipto porque Herodes quiere matarlo. Los invitados al banquete rechazan la invitación recu– rriendo a toda clase de pretextos. Los discípulos lo abandonan en la hora de la prueba. Judas lo traiciona. Pedro lo niega. El sanedrín lo condena a muerte. El pueblo, azuzado, pide su muerte. Los judíos crucifican a Cristo. - El pecador crucifica de nuevo a Cristo. CRISTO, REDENTOR DEL PECADO Cristo se encarnó por librarnos del pecado y de la con– secuencia última del pecado, que es la muerte eterna. Por causa del hombre, «por nuestra salvación», se despojó de su rango y convivió con nosotros «en forma de siervo». Desde niño cargó voluntariamente con la po- - 24-
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