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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR El hombre de carece de sensibilidad para e1 pecado. Ya no se estremece de angustia ni de terror por haber ofen– dido a Dios. No se siente avergonzado ni desgraciado por su culpa. Está acostumbrado al hedor insoportable de la gangrena, como el enfermo encerrado en un cuartucho sin ventilación. El pecado se va convirtiendo en la cosa más natural del mundo y ya no sacude el alma hasta sus m provoca el llanto, ni quita el sueño. Aun en ambientes de raigambre se desvalora la gravedad del pecado. Blanca de Castilla amonestaba a su hijo: «Hijo mío, ya sabes cuánto te quiero. Pero preferiría verte muer– to a mis pies antes que ver manchada tu alma». El pequeño Luis tenía la conciencia de que pecar era una desgracia más grande que la muerte. La madre de que siente un sobresalto y pasa horas de angustia asomada a la ventana cuando se retrasan los hijos. pensando que les ha sucedido está nerviosa porque teme una desgracia. un accidente en la noche. Un accidente físico, claro. Pero ya no pierde el sueño por la peor desgracia: que sus hijos hayan perdido la amistad con Dios, que traigan el alma rota y manchada. «Concurren muchos factores para matar la conciencia de los hombres de hoy.» La sociedad de consumo ofrece perspectivas fascinantes de felicidad terrena, de vida confortable, al margen de los valores del espíritu. Lo importante en la vida no es «ser». sino «tener y aparentar», triunfar, vivir intensamente, ser fuerte y poderoso. El permisivismo moral ha ido desmantelando todas las bases del espíritu en una acción programada, lenta, pero segura. Al principio se oyen voces de protesta y de condena. Pero poco a poco, la voz de la conciencia se va haciendo tan débil. tan frágiles las defensas, que ya no turba el sueño. Desde este des– mantelamiento suicida se explica la perversión del panorama moral: pecados abominables que helaban la sangre de las per– sonas normales, han ido ganando terreno progresivamente en una sociedad decadente y pagana. La tarea moral más urgente en este momento es «despertar» - 21 -
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