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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR rosas alas de águila a cielo abierto, disparado como una flecha hacia Dios, que es su centro natural y único. El hombre se rebeló contra los planes de Dios y comió del fruto prohibido. Es el pecado original que rompió la armonía de cuerpo y espíritu y dejó seriamente herida la naturaleza humana. La ruptura con Dios dejó al hom– bre desnudo, desintegrado, desheredado. El viejo Adán experimentó en su propia carne toda la fealdad y amar– gura del pecado y nos lo dejó como triste herencia de dolor y lágrimas. Con el pecado original empieza una historia trágica en que el antagonismo entre el hombre viejo y el hombre nuevo, entre la materia y el espíritu, entre Dios y el ten– tador, es irreconciliable. Cristo, nuevo Adán, se encarna en las entrañas de Ma– ría -nueva Eva- para librarnos de esa situación de pecado. El Verbo Encarnado se convierte así en el Re– dentor del hombre, saliendo fiador de los hombres ante Dios. Por su pasión y muerte nos libró del pecado y de la muerte eterna: «al que no conoció el pecado lo con– virtió en pecado para redimirnos». Cristo reconstruye los planes de Dios y rehabilita al hombre, «desde dentro» de la misma humanidad caída: «A través de la Encamación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde sus comienzos, y la ha dado de manera defi– nitiva -de modo peculiar a El solo, según su eterno Amor misericordioso, con toda la libertad divina– y a la vez con una magnificencia que, frente al pe– cado original y a toda la historia de los pecados de la humanidad, frente a los errores del entendimiento, de la voluntad y del corazón humano, nos permite repetir las palabras de la Sagrada Liturgia: « ¡Feliz culpa que mereció tal Redentor!» (Redemptor Ho– minis, 10). -15-
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