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P. CALASANZ - El hombre es «uno, único e irrepetible ... ; alguien eter– namente ideado y eternamente elegido; alguien llamado y denominado por su nombre». - El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Es, por tanto, «irreductible a una parcela de la natura– leza o a un elemento anónimo de la ciudad humana». - «La dignidad humana es un valor evangélico que no puede ser despreciado sin grande ofensa al Creador.» La Iglesia quiere estar siempre al servicio del hombre, de su promoción espiritual y humana, de su ser integral y en todas las circunstancias de su existencia. La Iglesia apuesta por el hombre sin utopías ni demagogias, sin ambigüedades ni manipulaciones. «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado.» Cristo es el Hombre perfecto, el prototipo del hombre, en el orden del ser. Y es Camino, Verdad y Vida. Es la razón de ser del hombre y del uni– verso y es modelo perfecto de vida. Cristo es el centro metafísico del universo. Sólo Cristo puede capacitarnos para la comprensión del ser– hombre en toda su profundidad. Sólo El puede aclararnos la eterna cuestión que turba el pensamiento: ser o no ser hombre, de dónde venimos, adónde vamos, qué nos espera más allá de las fronteras del tiempo y de la muerte, para qué hemos sido creados. Cristo nos descubre los planes salvíficos de Dios y nos lleva de la mano hasta la santidad. Y los planes de Dios son misteriosos y maravillosos: El hombre ha sido creado por Dios «a su imagen y se– mejanza». En el barro original clavó Dios el alma in– mortal. El hombre es la unión sustancial de un cuerpo material y de un alma espiritual. Por esta razón, el hom– bre siente el peso de gravedad que lo atrae a la tierra y la ley de gravedad que tira con fuerza hacia lo alto y lo eterno. El peso carnal lo enraíza al tiempo, a la tierra firme, a la vida confortable; el espíritu vuela con pode- - 14-
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