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P. CALASANZ está el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios: «Dios es vuestro Padre y todos vosotros sois hermanos». Confianza absoluta en la Providencia: «Poned en Dios vuestros afanes y El cuidará de vosotros». Francisco, que se despoja de todo porque sabe que el Padre lo cuidará y lo defenderá de todo y de todos porque se ha refugia– do en El. Conciencia gozosa de la grandeza de ser hijo de Dios, ser de la familia de Dios, ya que por la gracia llevamos sangre divina en las venas. Dios ha querido llamarnos hijos, pues ¡Jo somos de verdad! Es una grandeza incomparable que ha de servirnos no para el engreimiento o la vanidad personal, sino para exigirnos más: «Conoce, cristiano, tu dignidad y no te degrades ... ». El cristiano debe pensar, reaccionar y vivir siempre de un modo coherente, a tono con su excelsa dignidad de hijo de Dios. La reina, los «grandes de España», todos los títulos de nobleza, la sangre azul. .. , todo es insignificante en comparación: «Hijo de Dios». Visión esperanzada de la vida, de la lucha por la vida, con sus dificultades, con sus tentaciones, con sus prue– bas. La experiencia de Dios como Padre libera al hom– bre de la preocupación «excesiva» por las cosas de este mundo, porque tiene la certeza de que Dios nunca falla. Jesús nos invita a confiar plenamente en 1a Providencia con un lenguaje de imágenes de gran expresividad. No es poesía para la resignación. Son «hechos» para la vida, constatables por los sentidos: «Por esto os digo: no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mi– rad a las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ... » -8-
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