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P. CALASANZ Esta es nuestra fe. La proclamamos en un ambiente popular de fiesta cantando al Santísimo Sacramento. Hacemos fiesta en honor del Corpus de que su casa -que es la nues– tra- para visitar nuestras calles, para bendecir nuestros cam– pos, para ver dónde vivimos y para dar la paz y la esperanza a nuestros muertos. Cristo Jesús es nuestra Eucaristía y ángel del camino para la eternidad. Por eso repican las campanas con júbilo. Por eso se sacan las colchas para adornar los balcones. Por eso hay fiesta, música y cantos por el pueblo. Porque el es Cristo Jesús que vive con nosotros... ¡Dios está aquí! La multitud se apretuja con entusiasmo para escuchar a Cristo. Han pasado la noche al aire libre. Están cansados, pero no quieren irse. Lo miran con devoción y con ternura. Están transfigurados ... (Hemos vivido una experiencia similar con la visita de Juan Pablo II a España: aquellos rostros, aque– lla emoción, aquella transformación corporal. .. Y Cristo aprovecha la ocasión para hablarles sobre el Pan de vida, que culmina en la promesa de la Eucaristía: Me habéis buscado no porque habéis visto signos y mi– lagros, sino porque habéis comido pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento perecedero, sino por el ali– mento que dura hasta la vida eterna, que os dará el Hijo del hombre; porque El es a quien Dios Padre ha marcado con su sello ... La obra de Dios es que creáis en aquel a quien el Padre ha enviado. El Padre es quien os da el verdadero Pan del cielo ... Es un claro reproche al «utilitarismo» religioso, que despla– za los verdaderos valores del espíritu para conseguir lo inme– diato temporal: la multiplicación de los panes y los peces, la solución de los problemas económicos, ganar las opos1c1ones, vivir confortablemente. Todo se queda en el plano temporal de los bienes perecederos. Y lo importante es creer en Jesús como «enviado» del Pa– dre; buscar «en» Jesús los manantiales vivos que brotan hasta la - 152 -

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