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P. CALASANZ un largo aprendizaje en la escuela de Jesús. Por tanto, saben ya orar. Lo que piden aquí, según me parece, es algo muy concreto: «Señor, enséñanos una oración». Y Cristo les enseña una oración perfecta: Tan sencilla que la entiende y la saborea un niño. Tan profunda que no llega a comprenderla del todo un sabio. Tan universal que vale para todos los pueblos y razas de la historia. Tan personal que parece escrita para cada uno en par– ticular. - Tan intensa que llama a Dios Padre. - Tan extensa que pide hasta por los enemigos. Tan espiritual que se centra en los valores del Reino de Dios. Tan realista que no olvida la necesidad del pan de cada día. La oración de Jesús nos orienta en la jerarquía de valores para el discípulo: Dios es el único valor absoluto. Y este Dios es nuesto Padre. Lo más importante -lo decisivo- queda cen– trado en este ámbito de Dios. Por eso. lo más urgente es que el nombre del Padre Dios sea santificado, y que venga a nosotros su Reino. y que se cumpla su volun– tad -el divino querer-, tanto en la tierra como en el cielo. Luego, el hombre baja a su realidad histórica y terre– nal y pide el pan porque es necesario para vivir. Reco– noce su realidad espiritual de pecador y pide perdón de sus culpas, con el propósito de perdonar, por su parte, a quienes le han ofendido. Después de este breve paréntesis, se eleva de nuevo a su esfera espiritual y pide - 150 -

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