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P. CALASANZ en las noches del bosque y de ]a montaña, en el sudor de la sangre del huerto, en la amargura de la soledad y del proceso infamante. Orar es estar con Dios como se está con un padre, con un hermano, con un amigo, mirándolo a la cara, escuchando embelesadamente sus palabras, pendiente de sus gestos y de su expresión. Oración es un trato de Amor con quien sabemos que nos ama. El lenguaje del Amor es tan expresivo que no necesita ni palabras. Es reiterativo y simplicísimo en sus fórmulas plenas de contenido. «Dios mío y mi todo.» « Dios mío, ¿quién sois Vos y quién soy yo?» «Tú sabes que te amo.» «Dios mío, ¡cuánto te amo! » El corazón se sobrecoge y se esponja en su presencia: « Es El». Orar es abrir de par en par las puertas del corazón a Cristo Jesús. Orar es escuchar, es simplemente mirar: «Yo le miro y El me mira». ORAR es captar los designios de Dios sobre mí. Dios me ha creado para realizar una misión concreta en la vida. Mediante la oración voy descubriendo progresivamente los caminos del Sefior, para qué me quiere Dios, qué quiere Dios de mí. Una vez conocida la vocación, no queda más que ponerse en manos del Sefior, en una actitud de total y disponibilidad: «Sefior, ¿qué quieres que haga?» Y, al final, responder amoro– samente siempre que haga falta: «Aquí estoy, cuenta conmigo». Orar es dar un «sí» incondicional a Dios en todo el ámbito de la vocación personal. Un sí dinámico que se renueva cada día en multitud de circunstancias y que puede llegar a revestir caracteres dramáticos porque Dios, cuando toma en serio a sus hijos, es tremendo e implacable. En los planes de Dios, siempre misteriosos, hay que contar con frecuencia con situaciones que chocan violentamente con las previsiones del hombre, por espi– ritual que éste sea. Orar es aceptar incondicionalmente la voluntad de Dios. Dios tiene siempre razón, pero desde una perspectiva terrenal no siempre aparecen claras sus razones. Es entonces cuando el hombre siente la debilidad de la carne y se rebela instintivamente contra los designios de Dios. Pedro intenta disuadir a Jesús cuando les anuncia su muerte afrentosa a manos de sus enemi- - 148 -

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