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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR zón. Dios es la razón de ser del hombre, la raíz de la existencia humana. El hombre tiene que buscar, ante todo, «el Reino de Dios y su justicia». Todo lo demás es mera «añadidura». El hombre es radicalmente «criatura de Dios», religado ontológicamente a Dios. Tiene necesidad absoluta de Dios para «moverse, ser y existir». La oración va entrañada como exigencia fundamental del hombre, que sin la gracia no es nada y no sirve para nada. Con esta convicción profunda de la necesidad de rezar, pa– samos a otra cuestión importante: ¿cómo se ha de orar? De la ambientación bíblica y teologal pasamos a la ambientación psi– cológica. La oración afecta al ser integral del hombre. El hombre de Dios adora a Dios en espíritu y en verdad, con su cuerpo y con su espíritu, con su imaginación, con su sensibilidad, con su inteligencia y con su corazón. Por ello, hay que «vivificar los sentidos», «vivificar las facultades del alma», «vivificar las pa– siones», para ponerse en sintonía con Dios. Vivificar la imagi– nación es «recordar» la misericordia infinita de Dios, la pro– digalidad de sus promesas y de sus dones y vibrar sentimental– mente en su presencia. La experiencia vital de Dios transforma al hombre, convirtiéndolo en otro hombre «a imagen y semejan– za de Dios», conformándolo con la imagen viviente de Cristo bendito. Para reflejar en toda su belleza y gracia la imagen de Cristo se necesita que la pantalla del espíritu sea luminosa y transpa– rente. Para ver la imagen de Cristo en todo su esplendor hay que barrer las escamas que enturbian la visión y difuminan los contornos. Los limpios de corazón, los simples de espíritu, los delicados y finos de conciencia, verán a Dios. Para escuchar con nitidez la Palabra de vida, sin interferen– cias, sin estridencias, hay que quitar los tapones de los oídos del espíritu, que deforman la voz y el mensaje de Dios. Para rezar bien es indispensable tornar a Dios en serio. - 143 -

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