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P. CALASANZ prohíbe a los niños rezar en las escuelas, pisoteando ar– bitrariamente el derecho sagrado de los padres y de los alumnos, que la enseñanza religiosa en los cen– tros de enseñanza. Se oculta maliciosamente que en los pueblos cultos los niños rezan en las escuelas. El labriego escéptico afirma con aire de suficiencia y con intención malévola que el progreso está acabando con 1a religión. El tractor, la cosechadora, los canales de rega- dío, los abonos químicos, la maquinaria agrícola, son más que las «rogativas». El labriego escéptico y ma– terialista le ha dicho al maestro que «menos religión y más matemáticas, porque con la religión no se come ... ». Se oculta maliciosamente que los pueblos de más alto nivel económico y social son profundamente reli– giosos. ¿Qué lugar, qué espacio queda para Dios en la era espacial y de los satélites artificiales, en ]a cultura pagana de la imagen, en la hora de los trasplantes de órganos humanos, en los labo– ratorios científicos? En las ideologías radicalizadas, la «negación de Dios» es una asignatura obligatoria. Es una negación sistemática, pero paradójica: no se comprende cómo se puede llegar a tan enco– nada agresividad contra Dios, si Dios no existe. Sin llegar a esta situación estridente, asistimos a un fenó– meno de alta peligrosidad: la indiferencia, la insensibilidad ante Dios y los valores del espíritu. El hombre moderno «pasa» con de Dios. ¿Cómo crear en este hombre moderno, ufanado por las con– quistas del progreso, la conciencia de la necesidad de orar? Recuperando la visión cristiana de la vida, con su jerarquía metafísica y bíblica de valores: Dios es el único valor absoluto. Hay que amarlo con toda la mente, con todas las energías, con todo el cora- 142 -

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